Historia de una familia y de su amor por su trabajo
Bodega Familia Deicas elabora vinos de calidad extremadamente preferente para ubicar a Uruguay entre los grandes productores
Ver su nombre en la etiqueta de un Tannat de gran guarda en homenaje a su memoria no figuraba entre los sueños de Massimo Deicas, que llegó al Uruguay desde su Piatta natal en Italia para ejercer su oficio de carpintero. Pero sin dudas, como buen tano, aspiraba a tener una familia unida.
Su apellido original era Dei Cas, «de las casas». Algún funcionario unió las palabras al registrarlo. Así quedó y hoy identifica a una de las empresas que hizo más para ubicar al Uruguay entre los referentes internacionales en vinos de calidad. Bodega Familia Deicas, que celebra sus 20 años, muestra a tres generaciones de la familia trabajando con el conocimiento que dan la experiencia y el adecuado asesoramiento, más la pasión por el buen vino.
Además del convite para el paladar que representan sus vinos, los Deicas abren su bodega a visitas. A poca distancia de los barrios privados, el proceso de elaboración de sus productos, la más que centenaria cava y el restaurante representan una tentadora propuesta de turismo interno.
Así empezó
Don Massimo no era vitivinicultor, pero su nieto Juan Carlos, siempre atento a las oportunidades de negocios, avizoró una muy buena en 1979: un terreno a la venta en el pueblo Juanicó, donde Ancap, producía el cognac Juanicó. Investigó y comprobó que los suelos y el clima del país albergan un enorme potencial para producir vinos de calidad. Sin embargo, el proyecto le insumía demasiado tiempo, por lo cual consultó a su hijo Fernando si podía dedicarse. La idea entusiasmó al joven estudiante de ingeniería química.
Muchos contactos se hicieron en el exterior porque aquí no existía entonces una cultura del vino fino. La idea predominante era vender vino común, la mayor cantidad posible. «Ellos decidieron cambiar por la producción de vino fino, a través de un trabajo sustentable. Claro que eso llevó mucho tiempo», explica Mercedes Deicas, nieta de Juan Carlos e hija de Fernando, con sus 25 años por ahora la más joven integrante de la familia con responsabilidad en la bodega.
La empresa fue denominada Establecimiento Juanicó, con su marca Don Pascual y el vino de alta guarda Preludio lanzado en 1992. Pero los Deicas querían subir la apuesta: elaborar vinos de calidad extremadamente preferente. Nuevos asesoramientos aconsejaron hacerlo mediante una nueva marca, Bodega Familia Deicas, como bodega boutique, mientras se mantenía Don Pascual vinos finos.
«Cuando se tomó esa decisión ya trabajaban mis hermanos, por entonces de 13 y 15 años, con lo cual representaban la tercera generación familiar dedicada al vino. Era el negocio de la familia, al que se incorporaron por supuesto mi abuela y mi madre. Todos los veranos y en cada vendimia nos íbamos para Juanicó para participar de la cosecha, aprender a hacer vino y conocer todo el proceso de producción. Nuestro mundo de vacaciones era allí», comenta Mercedes.
Precisamente, ese recuerdo juvenil llevó a Santiago, años más tarde, a mudarse a los barrios privados de Canelones. «Me pareció súper atractivo vivir en un viñedo, cerca de Montevideo y del Aeropuerto, con espacio y seguridad», explica.
«Este año es el primero en el que los cuatro hermanos estamos trabajando –indica Mercedes–. Era el sueño de mi padre, pero nunca nos presionó para eso. Se dio porque la producción de vino estuvo en nuestras vidas desde siempre, tanto por trabajar en eso como por disfrutarlo. Santiago, junto a mi padre, son los que más saben, porque han estado directamente involucrados en la producción. Fernando hijo es arquitecto y ha dado una mano en alguna obra, pero hizo un MBA en finanzas en Chile, se alejó de la arquitectura y ahora se encarga de una distribuidora de vinos, en la que también participa la familia. Mi hermana María Inés es contadora pública y se dedica casi exclusivamente a la empresa. Yo estudié para chef y sommelier con el Gato Dumas y un año en Cordon Bleu de París. Y me incorporé en 2017».
«Trabajar en familia otorga una confianza enorme –dice Santiago–. Es difícil encontrar un compromiso tan grande en una persona como el que todos tenemos, porque buscamos sacar adelante nuestro propio emprendimiento. Si a eso agregamos que todos están bien capacitados, tenemos todo para progresar». En particular, él tuvo la certeza que la empresa familiar sería su futuro cuando acompañó a su padre a una feria en Francia: allí comprobó que los vinos eran su vida.
Atracción turística
El Establecimiento Juanicó se encuentra en el km 38,200 de la ruta 5, en el departamento de Canelones. Pasando una portera, o sea allí mismo, está el pueblo, que cuenta con unos 1.300 habitantes. La gran mayoría trabaja o está vinculado de alguna manera con la empresa. Cerca de 200 personas son empleados permanentes, pero hay muchos trabajadores más durante la zafra.
Hasta comienzos de este 2020 abría los siete días de la semana para almuerzos y degustaciones, apuntando sobre todo al turismo internacional. Llegaban muchos brasileños, hasta un 80% del total, aunque pocos uruguayos. La pandemia obligó a replantear todo. Ahora está abriendo de viernes a domingo, bajo un estricto protocolo. Y cuenta con numerosos visitantes uruguayos, seguramente aquellos que no pueden viajar al exterior en estos días.
El rincón más emblemático es la cava de piedra, que los jesuitas construyeron alrededor de 1745 como refugio y sirvió para conservar alimentos. «A mi abuelo le encanta el tema y lo está investigando junto a historiadores y arqueólogos –dice Mercedes–. Es una cava con humedad y temperatura ideal. En algún momento empezó a conservar vinos y en las paredes se han desarrollado hongos que se alimentan de la evaporación del alcohol».
Sobre la cava se encuentra el salón, también antiguo aunque más reciente, pero hubo que reconstruirlo porque lo arrasó un tornado en 2002. Desde que se abrió la bodega como destino turístico hace ya 30 años se ofrecía un almuerzo de parrilla y degustación de vinos, en un servicio tercerizado. Para acompañar el desarrollo de calidad se decidió instalar un verdadero restaurante, a cargo de Mercedes, de manera de ofrecer al visitante una experiencia redonda. «La opción ahora está entre una degustación o un almuerzo con degustación. Hay una carta con diversas propuestas si se desea, pero ofrecemos dos ‘experiencias’ especiales con algunos platos y vinos con el maridaje adecuado», explica (ver aparte).
A continuación, se realiza un tour guiado por el viñedo, en el cual se muestra cómo se elabora y cómo se embotella el vino. El circuito termina en la cava histórica, símbolo de la continuidad del lugar y su propósito no ya a través de los años: a través de los siglos.
Dos experiencias
Los visitantes que llegan a la bodega pueden degustar dos experiencias, con sus correspondientes vinos, una propuesta de Mercedes Deicas.
La «Experiencia Atlantic» incluye panes, aceites y dip (Atlantico Sur Tannat Rose). Luego, burrata, cherries confitados, pesto de maní, cáscaras crocantes de boniato y misuna (Atlántico Sur Sauvignon Blanc), con risotto de camarones, calabaza, curry y coco (Atlántico Sur Pinot Noir 2017). Finalmente, flan con mousse de dulce de leche y coco tostado (Botrytis Nobre 2018).
La «Experiencia Deicas»: panes, aceites y dips (Preludio Blanco 2019). Después, espárragos grillados, jamón serrano, huevo molle, lascas de parmesano, arvejas crocantes y rabanitos de la huerta sobre mix de verdes (Extreme Vineyard Cerro del Guazuvirá); pulpo sobre cremoso de maíz, lactonesa de ajo y tahini negro (Preludio Tinto 2015); bondiola braseada 8 horas en Tannat y barbacoa sobre mantecato de papa con chip de kale y polvo de panceta tostada (Preludio Tinto 1999); higos caramelizados bañados en chocolate blanco con helado de queso azul y castañas de cajú (Botrytis Nobre 1996); ganache de chocolate belga, frutos rojos y cookie con chips de chocolate blanco (Licor de Tannat 2018).