«CONVIVENCIA DE VACACIONES»
Descubriendo el encanto de La Franciscana
Estamos todo el año esperando a que lleguen las ansiadas
vacaciones y se generan muchas expectativas sobre ellas.
Las vacaciones son una máquina de generar expectativas.
Estuvimos 11 meses esperando para ese viaje idílico, esa escapada relajante, esas semanas románticas, ese ansiado tiempo en familia. Además, la propaganda y la publicidad destinada a las vacaciones contribuye a generar esto, ya que son especialistas en vender ilusiones desmedidas.
Lo malo es que cuando se han creado tantas expectativas es fácil acabar decepcionado.
Muchas veces puede pasar que surjan discusiones, roces típicos de convivencia, que durante el año no se daban porque los mismos horarios no lo permitían. Las familias se ven un rato cada día para comentar lo más
importante del día y en general esa rutina está bien aceitada, pero en las vacaciones se sale de la rutina, la convivencia es de 24 hs. y hay que tomar otras decisiones, vivir otras cosas y ponerse nuevamente de acuerdo
en los intereses de los miembros de la familia. Pensar que no va a surgir algún conflicto es ser demasiado idealista.
También es cierto que la gran mayoría de nosotros somos seres de hábitos, nos gusta también la cotidianeidad,
las rutinas establecidas durante el año, y puede pasar incluso que haya gente que le gusta conservar en las vacaciones determinada rutina, por ejemplo, ir siempre al mismo lugar a vacacionar, donde ya conoce los lugares de paseo, de comida, etc. y establecer otra rutina de vacaciones además de la del año. Esto hace que
algunas personas sientan que no tienen que pensar demasiado lo que van a hacer ya que repiten las rutinas de años anteriores.
Para algunas parejas las vacaciones son un punto de inflexión, de hecho, muchas se separan después de las vacaciones, porque iban con la expectativa de resolver los conflictos que traían durante el año y en vez de resolverlos se acentúan en el exceso de la convivencia.
Si las cosas van mal tienden a empeorar. Pero incluso si van bien, y los miembros de la familia no dejan espacio para sí mismos, es normal que haya problemas.
Entre los hijos surgen, en ocasiones, peleas o discusiones que cuesta controlar debido a que no es habitual
estar todos juntos y se puede generar un ambiente complejo de dinámicas a las que no se está acostumbrado.
También en la pareja pueden aparecer presiones internas derivadas de la sensación de exceso de convivencia en comparación al resto del año. Cada integrante de la familia tiene su propia dinámica que se debe reacomodar durante este periodo, pero eso ocurre en los primeros días de vacaciones, luego la dinámica familiar se reacomoda y se estabiliza.
Salvo en las primeras etapas de gran idilio en las parejas, que hacen todo juntos y no se quieren separar ni un instante, es saludable que cada persona tenga un rato de soledad para compartir con otras personas por fuera de su pareja o familia de vez en cuando. Juntarse con amigas del balneario una tarde a solas, o leer un libro en un tiempo libre, etc. No tener que estar todo el tiempo haciendo todo juntos.
Lo mismo con los chicos, si son muy pequeños hay que planificar un poco los entretenimientos para que sea divertido y no un motivo de estrés el no saber qué hacer con ellos. Y cuando son más grandes, dar algunas libertades en cuanto a rutinas que se venían cumpliendo durante el año, como por ejemplo la hora de dormir y de levantarse, de almorzar, etc. Que haya flexibilidad para no generar conflictos en actividades que en vacaciones no son necesarias.
Modificar hábitos con la mente abierta. Disfrutar de lo que se experimenta y no forzar las cosas. No hacer siempre lo que se supone que se debe hacer si no le apetece a algún miembro de la familia, probar situaciones distintas a las habituales sin prejuicios y tratar de sacarles la parte positiva.
Tratar de conversar en familia, poder hablar de temas que muchas veces por falta de tiempo no se hace. Contar
anécdotas de las vacaciones de los padres a sus hijos, conectarse con ellos y aceitar la comunicación.
No dramatizar con los problemas. Es normal perderse días de playa por alguna dolencia, o por mal tiempo, que no nos sirvan la comida en el restaurante como nos gusta o que nos pique una medusa. Factores triviales de este tipo van a estar a la orden del día y no deben ser motivos de discusión ni debemos amargarnos las vacaciones porque las cosas no salgan tal y como las habíamos planeado. Hay que relativizar.
Lo que no pueden pretender los padres ni las parejas es arreglar en verano todo lo que no marcha bien el resto del año, cambiar por completo las relaciones interpersonales. Si durante el año no funcionaron bien, las vacaciones no lo van a solucionar. Vamos a perder ese partido por 11 a 1. Ya que hay que disfrutar de la vida y resolver los problemas también durante el año, no pensar que las vacaciones van a ser mágicas.
Si ya no hay tiempo de arreglar unas vacaciones que han salido mal, uno de los secretos para que las siguientes mejoren es comenzar a trabajar desde la vuelta al trabajo para que la ruptura entre la “realidad” del día a día y el “oasis” estival no sea tan fuerte.
Es importante que las vacaciones sean un espacio donde los adultos se desconecten del trabajo, no quedar atados a correos o tareas pendientes, tratar de organizar todo de forma tal que esa desconexión sea total, para
poder librarse del stress.
También controlar los gastos, que no pase que luego estemos todo el año pagando las vacaciones, sino éstas pasan a ser un motivo extra de preocupación y terminamos asociando eso días con una preocupación más
Tener presente que no vivimos sólo en vacaciones, sino que vivimos todo el año y que por tanto los espacios de
disfrute, desestrés, intimidad con la pareja, comunicación con los hijos, etc. No pueden esperar a las vacaciones. Éstas son sólo un espacio más para realizar estas cosas y otras, sólo que en un escenario diferente y con más tiempo.
ZONABARRIOS
Revista@zonabarrios.uy
Camino de los Horneros km 1.5