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“En cada botella hay una historia”

Una bodega de cuatro generaciones que con dedicación y constancia lograron incursionar en nuevas variedades de vinos, ahora exportados a Brasil. Y van por más.

Francesca Dito Di Giorno y Washington de Maio tienen cuarenta años de casados, viven en Casa Grande, que data de 1930, en Camino de los Horneros, Canelones. El apellido de ella es oriundo de Calabria y el de él de Torca, ambos de Italia. En Barros Blancos surgió la primera bodega fundada por el abuelo de Maio y al primer vino lo nombraron Marquéz de Torca, en homenaje a la familia de Washington. El matrimonio nos recibió con gran calidez una soleada mañana de julio y dispuso su tiempo para relatarnos y mostrarnos el viñedo, que cuidan y atesoran de la misma forma que se muestran.

¿Cómo surge el proyecto de Bodega Casa Grande?

Francesca: Es un proyecto de familia. Mi hija comenzó esta iniciativa porque estudió enología en la Escuela Industrial de las Brujas, Las Piedras, también hizo otras actividades porque le gusta mucho la botánica y la investigación.

En el 2012 comenzamos a reacondicionar esta casa que era de los padres de Washington, mis suegros. Cuando parten y no están, vos querés darle una vida. Así empezamos con talleres, de cocina, tejido, arte, diferentes disciplinas, algunas funcionaron y otras no. También estábamos enfocados en que se iniciara la bodega. Después que terminamos las obras en Casa Grande, fuimos a reciclar la bodega del abuelo Gaitán, una bodega garaje, qué es un poco de todo. Así que la primera vendimia se hace en marzo del 2013. Mi hija es la cuarta generación, porque su bisabuelo, que vino de Torca, Italia, comenzó con una bodega cuando se instala en Barros Blancos. Siguen sus hijos con el abuelo Gaitán y luego mi esposo con el viñedo y otras bodegas familiares. El proyecto de Casa Grande empezó de cero para este equipo de familia.

Washington: La primera bodega familiar era enfocada a los vinos de mesa y Florencia quiso incursionar con los vinos de calidad preferente, vinos finos, por eso se armó la bodega en el galpón del abuelo y ahí se empezaron a elegir variedades distintas. O sea del viñedo se vendía una parte a otras bodegas, entonces ella tuvo la oportunidad de elegir que uva quería para poder elaborar su vino. El predio abarca treinta hectáreas de las cuales diez usa para sus vinos, todos varietal, es decir, todas variedades separadas. Hasta ahora estamos innovando en etiquetas.

¿Cuál es el origen del nombre?

F: Nos fascina el tema del Camino de los Horneros, entonces queríamos buscar un nombre con los horneros. Consultamos a una agencia de comunicación y como había varios emprendimientos con nombre de pájaros, nos sugirieron que no era apropiado. Entonces teníamos a casa grande porque en la época que yo crecí era la casa más grande del Camino de los Horneros. Casa Grande la llamamos porque allí vivían las personas grandes, los mayores. En Italia al grande, al anciano se lo respeta por esa jerarquía. La gente nos identificaba diciendo “pasando casa grande, un kilómetro…”, lo usaban como referencia. Teníamos el nombre a la vuelta de la esquina.

¿Qué cantidad de variedades tienen?

W: Tenemos 16 variedades. Algunas variedades se utilizan como base para elaborar el Champagne, producimos Tannat, Cabernet, Cabernet Sauvignon y otros. Ahora incursionamos en una variedad nueva, de origen italiano que mi padre la tenía y se fue perdiendo. Logramos traerla de nuevo e incorporaremos otras variedades españolas que anduvieron muy bien. Esto surgió a raíz de que Florencia empezó con los vinos y me animé a plantar otras variedades distintas, para probar cómo se comportan.

¿Dónde comercializan los vinos?

W: Se comercializan en la tienda Iberpark, restaurantes, cenas particulares y en la bodega.

¿Se encuentran exportando?

F: Exportamos a Brasil, este es el segundo año. Hace poco Florencia llegó del Tannat Tour San Pablo, en marzo viajó a Alemania a la feria Prowein, tratando de conquistar nuevos mercados europeos. Así que se está trabajando, estamos muy contentos.

¿Cuál es la producción que realizan?

W: En las variedades blancas, con las que realizamos los vinos de calidad preferente, se producen entre doce y trece mil kilos por hectárea. En el caso de los vinos tinto que usamos para elaborar esos vinos de calidad preferente, se producen entre siete y diez kilos por hectárea para poder lograr un buen vino con sabor, color, aroma. Para los vinos tintos de mesa hay que producir veinte mil kilos por hectáreas para que sea redituable. Molemos entre setenta y ochenta mil kilos por año, por cada zafra, para variedades blancas y tintas. Son sesenta o setenta mil botellas que se envasan y el año pasado se llevaron doce mil para Curitiba, Brasil. Vinieron a ver el viñedo y les gustó mucho, vieron que era un emprendimiento familiar. Ahora estamos preparando otra exportación de vinos para Brasil.

¿Cómo fue el proceso de elaboración de las etiquetas?

F: Son de artistas uruguayos, unas fueron elaboradas por Gastón Izaguirre, otras están diseñadas por Adela Casacuberta. Yo daba clases de dibujo, cuando me decido retirar para acompañar este proyecto y participe de los talleres de Gastón, que trabaja cerca. Entonces Washington me sugirió que le preguntara a Gastón de hacer una línea joven. La línea joven o artística son vinos del año, que no están en barrica, no tienen crianza. Se le buscó un personaje a cada vino, por ejemplo el Cabernet Franc es una variedad difícil de lograr, así Gastón la llama “la chica difícil” y la representa como una francesa, lo hace maravillosamente. Así que cada uno tiene las descripciones que Florencia le transmitió. El Tannat, que es el vino insignia de Uruguay, lo representó como un rioplatense, un tanguero. Después las variedades de Sauvignon Blanc y Merlot coincide que son clones que vinieron de Sudáfrica y si bien las cepas son francesas, tienen un sabor que se diferencian del clon francés, así que tuvimos que transmitirle a Gastón que el clon vino de Sudáfrica.

¿Qué nos pueden decir de la repercusión que tuvieron en el público?

W: Se incursionó en el 2013 con los vinos y a la gente le gustó. Florencia, que es la enóloga, consulta a otros enólogos para ir viendo la elaboración de los vinos, comparar, hacer degustaciones a ciegas. También trabajamos con un ingeniero y fuimos buscando la variedad, que el vino guste. Todo eso tiene un costo diferencial, vemos que es el futuro y a veces hacemos partidas limitadas, sino hay más no hay más y no se hace una nueva partida hasta el próximo año.

¿De qué depende una buena producción?

W: Primero del clima y de un tratamiento del viñedo que arranca desde el principio: el manejo, la poda, el raleo (sacar racimos), que le llamo el envero (momento justo en noviembre cuando el grano empieza a tomar color). Cuando la uva empieza a madurar es el momento donde se hace el raleo, y se van separando. En todas las variedades hacemos lo mismo, sobre todo en las tintas hay que hacerlo para poder lograr el vino. El trabajo es completamente manual.

¿Cuántas personas trabajan?

W: Hay siete personas efectivas todo el año en el viñedo y cuando se hace la cosecha de la uva tenemos entre treinta y treinta y cinco trabajadores. El personal que tenemos ya sabe lo que necesitamos, la forma en qué cosechamos. El trabajo es manual, por ejemplo, las variedades blancas las cosechamos muy temprano en la mañana, antes de que salga el sol para que la uva no se caliente y así continuamos los días siguientes. Siempre y cuando el tiempo acompañe, así la uva llega lo más fresca posible a la bodega y sale un vino de buena calidad. Tratamos de explicarle a los trabajadores el por qué hacer el trabajo de tal forma.

¿Utilizan herbicidas?

W: Lo menos posible, solo para algún pasto, en las curas lo mismo, son productos de contacto que con la lluvia se lavan. Usamos compostera que compramos y esparcimos, es lindo de ver luego a las lombrices. Antes se calzaba y descalzaba la viña, ahora es imposible hacerlo, hay máquinas que mueven la tierra, cortan el pasto.

Se empezaron a plantar plantas vitiviníferas, estas plantas son injertadas. Las variedades hibridas se usan para hacer destilado del alcohol, no se puede hacer vino de esa uva. Hay muchos clones que se adaptan a distintos tipos de suelos, de acuerdo un poco al suelo es el clon. Entonces ya viene la planta injertada y sobre ese injerto se planta lo que uno quiere.

¿Cuál es el vino que tiene más éxito?

El Sauvignon Blanc, que decimos sudafricano, ha tenido un éxito bárbaro. Para un vino de entrada o copetín es perfecto. En los tintos lógicamente el Tannat, pero como uruguayo digo el Cabernet Franc hoy está de moda, un vino rico, sabroso, intermedio.

¿Ofrecen otras actividades en la bodega?

F: Si, hacemos tours con un mínimo de diez personas, Washington los acompaña al viñedo y muestra todo lo que explica, después pasan por bodega y Florencia u otra persona les relata otro tanto. Terminamos con una degustación y algo que cocino personalmente.

W: Es muy familiar, cuando recorro el viñedo me entusiasmo, tengo 60 años y tanto mis padres como yo nacimos acá. A veces me dicen “conocés hasta la última planta”, y si porque me gusta, más aún el viñedo que la bodega. Es importante que la gente sepa de dónde sale el vino y así se interesan. El cuarto año recién empezamos a producir la uva, es decir se planta el viñedo y el tercer año se puede empezar a sacar algo. El cuidado es igual que si tuviera la uva, pero sin uva, porque es fundamental el cuidado de la planta cuando es nueva, para que se mantenga a largo plazo, por eso en cada botella hay una historia.

F: En otras ocasiones, como ser en época de la vendimia, invitamos a cortar la uva. Celebramos la Fiesta de la Vendimia, el Día del Enoturismo, Festival del Tannat y el Cordero, cenas para la fogata de la noche de San Juan. En los comienzos venían diferentes chefs y organizábamos cenas puntuales.

¿Cómo surgió el jabón de Tannat?

F: Fue una inquietud que le surgió a Florencia de llevar el vino Tannat a la cosmética y elaborar jabones. No lo hacemos acá, se terceriza y tiene las propiedades del vino el cual es antioxidante debido a los taninos. Es saludable para tomarlo y para la piel (se ríe). Es un producto artesanal porque también está hecho de aceite de oliva y aceite de coco.

¿Qué dificultades encontraron como emprendedores?

W: Y bueno, no es fácil. El vino que producía mi padre era diferente, de mesa, el que hacemos ahora tenemos que tener mucho cuidado para lograr lo que queremos.

El clima es fundamental, y después lograr lo que a la gente le guste, ver las variedades, que el vino se pueda proporcionar y que funcione. No es fácil pero por suerte hemos ido creciendo, todo cuesta, demora en llegar, pero hemos tenido satisfacciones. Lo importante es que nos gusta, Florencia es apasionada, yo pienso que cuando a uno le gustan las cosas, las cosas salen. Franca hace las mermeladas con productos que se cosechan de la quinta y de mi parte estoy con el viñedo. A la  gente le gusta cuando viene, nosotros lo disfrutamos, vivimos acá y queremos que esté bien. El público valora mucho cuando lo atiende la familia, que no es de ahora, sino de mucho tiempo.

¿Tienen expectativas a futuro?

Yo soy un poco conservador y siempre digo, uno debe crecer hasta donde se puede. No hacer lo que no podemos hacer. Las ventas en Uruguay están acotadas, si bien queremos crecer un poco más en el país, pero hay un techo, y hasta “donde mis ojos ven, voy”.

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