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«GULNOR»

EN NUESTRA CULTURA, LA CONEXIÓN CON LA NATURALEZA ES BASTANTE FUERTE

Gulnor Saratbekova huyó de la Guerra Civil de Tayikistán en los 90.
Ella y su familia pertenecían a una minoría étnica que fue perseguida
desde que comenzó el conflicto en 1992. A finales de esa década
conoció a su exesposo, un uruguayo que estaba en una misión de
paz por las Naciones Unidas y emigró a nuestro país.
La falta de recursos en su adolescencia, durante la guerra, la hizo
valorar todo, hoy es Gerenta de Sustentabilidad de Balsa & Asociados,
su historia vale la pena ser leída.

 

 

¿Viviste la guerra completa en Tayikistán?
Sí, la guerra comenzó en 1992 y terminó en 1997. Mi padre, antes de que comenzara, nos envió a la parte este del país, a una ciudad en las montañas. No llegué a vivir la guerra en sí, porque estaba alejada de la zona de conflicto, pero igualmente viví en un país en guerra con todo lo que eso implica.
Mi padre llegó dos meses después, él vivió el inicio del conflicto, escondido en el sótano de unos vecinos, a los
dos meses pudo unirse.

¿Qué era lo peor?
El hambre y el frío. La electricidad se cortaba por horas, a veces por días. Se talaban todos los árboles y
el hambre era impresionante. Lo peor fue en los años 1992, 1993, tenía 12 y 13 años. Había un bloqueo por
lo que no entraba nada, estábamos congelados. Al tiempo, empezó a llegar la ayuda humanitaria y se acomodó la cosa.

¿La ayuda humanitaria hace la diferencia?
Sí, 100%. El cambio se dio con la ayuda humanitaria. No había tiendas, todo estaba cerrado. Había gente que conseguía productos de forma ilegal por la frontera y los vendían en sus casas.

¿No podían irse?
No, estaba todo bloqueado. No podíamos irnos.

¿Tenés hijos?
Sí, tres, uno de 20 años de mi primer matrimonio y dos más chicos del segundo, todos nacidos acá en Uruguay.

Supongo que tienen una infancia y adolescencia que difiere bastante de lo que fue la tuya, ¿cómo te
impacta eso?
En mi adolescencia había una escasez tan grande, que para ir a la facultad me tuve que hacer para mi
hermana y para mí unos zapatos caseros con cuero y una goma de rueda. Lo que sí recuerdo es que como
no teníamos con qué entretenernos surgió una gran creatividad, los adornos de los árboles de navidad los
hacíamos nosotros con papel. Además, mi mamá murió en 1991, un año antes de que comience la guerra. Tenía 10 años. Ahí tuve que crecer de golpe. Era la mujer más grande de la casa y eso me forzó a crecer.

Me crié con mi tía, que era la hermana de mi madre y con mi padre. Vivíamos en el mismo edificio que mi tía y mis primos, en una ciudad cerca de la capital, ahí fue donde estalló la guerra. Por eso nos tuvimos que ir todos. Al irnos, nos fuimos con lo mínimo, dejamos todo en nuestra casa. Nos llevamos un pequeño bolso de mano y poca cosa más.

Sos una mujer resiliente, tenés una historia de vida dura y se te ve entera, ¿Qué consecuencias te trae esta historia de vida?
En ese momento a todos nos pasaba lo mismo, no me sucedía solo a mí, un país entero estaba de luto. Lo procesás distinto, se vuelve hasta normal. Recuerdo estar jugando afuera y escuchar gritos, llantos, al principio chocaba, luego se tornó normal. Al ser hermana mayor y no tener madre, perder mi casa y mis amigos de esa época, uno se hace más fuerte.

Al llegar a Uruguay, ¿cómo viviste el choque cultural?
Yo tenía una imagen de Uruguay como un país tropical, y mi ex me decía: “Mirá que hace frío”. Pero yo estaba convencida de que me venía a la playa con palmeras. Llegué en mayo, un día de viento, lluvia, frío. ¡No entendía nada! Me adapté bastante rápido, yo creo que por necesidad, no hablaba en español, solo en inglés. Recuerdo que en agosto empecé en La Alianza a estudiar español, más que nada por una cuestión social.

¿Qué estudiabas allá antes de venirte?
Lingüística. Me fui en el último año

¿Cómo llegás a dedicarte a la sustentabilidad?
Se fue dando de forma natural. En nuestra cultura, la conexión con la naturaleza es bastante fuerte. El cuidado del agua, del ambiente y la guerra, además, me hizo valorar los recursos. Antes de trabajar en
Balsa&Asociados trabajé en el Colegio Americano y hacía acciones de reciclaje. Luego, durante la pandemia, me involucré con Canastas Uy, y así conocí a Juan Balsa y terminé trabajando en Balsa & Asociados en el área de sustentabilidad.

Explicanos bien qué implica la sustentabilidad..
La sustentabilidad es ser amigable con el medio ambiente, cuidar los recursos. Utilizar los que ya tenemos
sin tener que seguir extrayendo, que es lo que sucede hoy. Se extrae, se produce y se tira. La sustentabilidad
lo que hace es cortar esa cadena, ese ciclo, cortar la extracción y usar lo ya extraído y reutilizar.

¿Cómo lo aplicás en los proyectos?
Busco que sean más amigables con el medioambiente, cambiar de la construcción tradicional, que requiere ladrillo y bloques, y buscar alternativas más amigables. Por ejemplo, en Pilar de los Horneros usamos construcción modular, son moldes que se rellenan, lo que no genera tanto desperdicio. Lo que sobra de hierro y escombros los derivamos a la empresa RCD, ellos reciclan escombros, cerámicas. La empresa TAIM se lleva todos los líquidos, plásticos y los reciclan.

¿Cómo está Uruguay posicionado en este tema?
Todavía no está muy avanzado, falta mucho. Falta la infraestructura para el reciclaje. Debería hacerse algo
más masivo a nivel gubernamental.

 

IG@zonabarrios
Revista@zonabarrios.uy

Camino de los Horneros km 1.5

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